Un edificio no puede levantarse sin dejar un cráter en otra parte, alguien debe perder para que otro pueda ganar. ¿Qué dio origen al relato? ¿Escuchaste una historia similar o viviste cerca de alguna cantera?
El cuento surgió recordando a un vecino que había perdido una pierna y también vivía frente a una cantera. Sus hijas se iban a vivir al extranjero con su madre y él se quedaría solo frente al cráter, el cual se me antojaba una ilustración inmediata de sus pérdidas, un espejo de la devastación. Así como los edificios del norte de la ciudad habían crecido a partir de la tierra obtenida en esa cantera, alguien en otro lugar debía estar usufructuando lo que él había perdido. El cuento profundiza en ese juego de equivalencias.
Todos tenemos formas y recursos para combatir la sensación de soledad. Sin embargo, siempre terminamos sintiéndola, en alguna medida; y eso está muy presente en el personaje principal del cuento. ¿Qué es la soledad para ti?
La soledad es un hueco enorme que siempre está delante de nosotros recordándonos que nunca tendremos suficiente para rellenarlo, pues la vida misma es un contrato donde comenzamos perdiendo: nos suscribimos a la muerte a cambio de la vida misma. Si algo constatamos claramente a lo largo de los años es que cada vez perdemos más, la muerte acecha y se va llevando por cuotas a nuestros seres queridos: abuelos, padres, amigos. Al comienzo, nuestros padres nos cubren, rodean nuestra orfandad, nos protegen de los peligros del mar abierto para que podamos seguir jugando tranquilamente en un estanque, en una piscina artificial. Pero, de pronto, somos nosotros los adultos que debemos cuidar de otros y de nosotros mismos, entonces comprendemos que la salvación es solo un espejismo pasajero.
Hay una presencia reflexiva, en diferentes momentos del cuento, expresada a través de diferentes recursos narrativos, sin que esto afecte el desarrollo de los acontecimientos. ¿Esos elementos filosóficos son conscientes o inconscientes?
Han sido muy conscientes, a la par de mis raptos narrativos, pero por momentos se funden en un mismo torrente, en una misma materia. Es lo que busco cuando narro: que esas ideas y obsesiones filosóficas adquieran carne, cobren vida y se vuelvan los verdaderos protagonistas de la historia. Que los personajes sufran en carne propia las ideas metafísicas, que se vean arrinconados por ellas hasta el punto de que ser o no ser sea algo más que una pregunta retórica y se convierta tajantemente en una cuestión de vida o muerte.
Apelas a varios elementos rutinarios de la vida de la gente para crear el universo de este cuento; eso genera un acercamiento con el lector y crea una identificación. ¿Cómo concibes la cotidianidad como recurso narrativo?
Creo que la misma pregunta aclara un poco la cuestión. Los momentos intensos o dramáticos sirven como puntos de inflexión de la trama y como lupas para amplificar los rasgos interiores de los personajes, mientras que los pasajes cotidianos crean un puente, no solo entre una coyuntura y otra sino entre la vida de los personajes y la vida de uno mismo, entre la vida de un individuo y la de todos los seres humanos. Nadie puede escapar de la rigurosa secuencia de los días y sus trámites cotidianos: dormir, bañarse, comer, andar, trabajar, etc. Camus decía en El extranjero: “Lo que interesa es la posibilidad de evasión, un salto fuera del rito implacable”, pero en El mito de Sísifo, que es la contracara de la historia, se concentra en entender los mecanismos de la repetición y descubre en esos ritos ineludibles la tenue y modesta esencia de la vida: “Sísifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde conoce toda la magnitud de su condición: es en ella que piensa durante su descenso. La clarividencia que debía constituir su tormento, consuma al mismo tiempo su victoria”.