La relación entre los dos hermanos es fascinante. ¿Cómo surgió la idea para este cuento?
Bueno, es una historia en la que se intenta expresar el duelo que los niños pasan cuando han perdido a alguien muy cercano, en este caso el hermano gemelo de Manuel; ellos, también deben procesar la tristeza y el vacío, lo hacen, por supuesto, a su modo, pero si lo reflexionamos veremos que a veces el desconsuelo es semejante al de los adultos, quizá es que los adultos ocultan aquello que podría hacerlos enloquecer pensando que es su forma de sanar. Por supuesto, también depende de la cultura y las formas de dar sentido al mundo que aprendemos de nuestra sociedad particular.
La forma en que entrelazan el duelo y los fantasmas conmueve mucho al lector. ¿Beto es un fantasma? ¿O es una representación del duelo de Manuel? Cuéntanos más sobre el duelo y los fantasmas en esta historia.
Beto no es un fantasma ni es producto de la imaginación. En los pueblos originarios poco existe la idea de los fantasmas, los muertos tienen vida. Pero lo dejo hasta aquí, porque los lectores también deben formarse su propia idea.
¿Cuál es tu proceso de escritura? ¿De dónde surgen tus ideas?
Surgen de un montonal de situaciones y experiencias que me han tocado observar, como vivirlas. A veces escribo, cayendo en el cliché de los escritores existencialistas, para exorcizar mis demonios, sin embargo, en otras ocasiones, es para compartir reflexiones, porque la literatura te permite expresar un mundo complejo mejor que los postulados filosóficos. Algunos de mis cuentos y relatos también han surgido de los documentos históricos que me he encontrado en mis pesquisas de investigación; en estos casos la imaginación va llenando los huecos de los procesos jurídicos o de un hecho contado en un par de líneas de un documento administrativo.
¿Cuáles autores Latinoamericanos te inspiran?
Me inspiran y admiro a varios escritores, depende de los géneros literarios y la cultura, de su temperamento inclusive. Mencionaré a varios vivos, o contemporáneos, porque los clásicos ya están más que mencionados, y me gusta también vivir mi época con los autores que están modificando nuestra forma de ver el mundo.
Empezaré por el Pueblo Ayuuk (Mixe): Rosario Patricio Martínez, cuya poética siempre me conmueve; Martín Rodríguez Arellano y Adrián Antonio Díaz, amigos que me enseñan con su paciencia y empeño la escritura en la lengua mixe, y el maestro Noé Alcántara, que me demuestra cada que lo leo que la oralidad puede sobrevivir en la escritura. En las tierras zapotecas, mis máximos son Irma Pineda Santiago, una poeta cuyos versos me llegan a los tuétanos; y el narrador Javier Castellanos Martínez, ¡qué manera de escribir! Sus novelas históricas son un deleite. En el Maya’b, puedo mencionar a Pedro Uc Be (¡la poética de la lucha maya!), Jorge Miguel Cocom Pech, Sol Ceh Moo, Feliciano Sánchez Chan y Carlos Armando Dzul Ek (†), cada uno con su estilo y su postura, quizá es la maya, la cultura literaria que más me seduce por su variedad. En quechua me inspiran de sobremanera Ch’aska Anka Ninawaman y Atuq Eusebio Manga Quispe, la primera por su poética del tiempo, el segundo por sus estudios de filosofía sobre el espacio-tiempo quechua-inca. Del Wallmapu me gusta leer a Elicura Chihuailaf, María Isabel Lara Millapan “Kinturayen” y Leonel Lienlaf. Tengo muchísimos más autores de otras culturas, como Angélica Ortiz (huichol), Susana Bautista (mazahua), Lorenzo Hernández (mixteco), Erasmo Palma Fernández (rarámuri)… seguro se me están pasando varios, pero es que Latinoamérica o nuestra América —dijera Cerutti— es un mosaico de culturas, por lo tanto, de literaturas y filosofías, para aventar para arriba.
En la producción en español, en especial, en la filosofía, me dejo sorprender por personas como Horacio Cerutti (argentino), un tipo valiente que ha tenido que sortear con la vida los postulados filosóficos; a Salvador Gallardo Cabrera (mexicano), quien hace un cruce entre la filosofía y la poesía con una belleza y profundidad sin comparación; Sandra Escutia Díaz, feminista mexicana, que me inspira con su trabajo, carácter y cariño sororo.
Para cuentistas, hay mexicanos que me maravillan: Amparo Dávila (†), Eduardo Antonio Parra y Luis Felipe Lomelí (con sus textos tengo sentimientos encontrados). De Argentina me fascina Ana María Manceda, en sus cuentos hay un tono de paciencia, como si las letras no tuvieran prisa por el desenlace, sin embargo, cuando te das cuenta, se ha dado. Y de poesía ¡ni hablamos!: Roxana Elvridge-Thomas, Rocío Cerón… estos son mis autores contemporáneos favoritos, qué si me voy al pasado, no termino.