“La Espesa Bruma Ocre,” es una historia sobre muchas cosas, entre esas es una historia de la pirámide laboral. Usted escribe: “Los pintores y ensambladores llevan máscaras, nosotros, los embaladores y acarreadores, no. Somos la base de la pirámide económica de un país de inmigrantes: los parias. Muchos de nosotros sin papeles. No obstante, nadie se queja.” ¿Por qué quiso escribir una historia sobre el trabajo y los inmigrantes? ¿Qué lo inspiró para escribir esta historia en particular?
Primero que todo, yo soy un inmigrante. Segundo, en Colombia, mi país de origen, yo era periodista, luego, por contraste, el enfrentarme a la supervivencia básica fue un gran choque para mí. Además, en Montreal, la ciudad en la cual vivo, es casi imposible trabajar como periodista en inglés o francés, idiomas que domino, pero no tanto como para hacer periodismo en ellos. De igual forma, la curiosidad y la fascinación por aquello que pueda tener potencial narrativo no se acabaron cuando dejé de ser periodista. Por eso, todo lo que vivo y llega a mí, incluso a través de terceros, me sigue alimentando la imaginación. ‘La espesa bruma ocre’ está basada en hechos reales, en uno de los tantos trabajos que he desempeñado como exiliado y superviviente en el sueño Norteamericano que, a veces, se acerca más a una pesadilla.
Uno de los hilos que está presente en el cuento es el de la pintura y la risa que esta produce. La risa contrasta con la nieve, la oscuridad del taller y de la situación que se desenvuelve al final. ¿Por qué quiso incorporar la risa en una situación tan extrema? ¿Siempre supo que iba a jugar con este contraste desde que empezó a escribir la historia?
En efecto, estas sociedades están construidas sobre los cimientos del contraste cultural y no solo del emocional. Gente del trópico que vive en la tundra o abogados que viven de lavar autos o chefs Michelin mexicanos que devengan su sustento de hacerles tacos a los ‘gringos’. Luego en cualquier esquina te topas con historias que bordean lo inverosímil gracias a esas discrepancias.
Este cuento tiene muchos detalles sobre la inmigración y la vida del inmigrante. Como por ejemplo, el precio de los exámenes para ejercer medicina en Canadá. ¿Usted escribe mucho sobre la inmigración? ¿Cuáles son sus autores favoritos en español que escriben sobre este tema?
A decir verdad, no es un tema que colme mi quehacer narrativo, pero sí he escrito al menos 50 historias inspiradas en anécdotas y, claro, empleos que he tenido en mi ‘vida canadiense’. De hecho, trabajando en la actualidad en un proyecto titulado ‘Bajo Cero’, en el cual planeo juntar todos esos relatos.
En particular sobre este tema me han impactado autores como el gran Junot Díaz (a quien tuve la oportunidad de entrevistar aquí en Montreal), por su libro ‘La maravillosa vida breve de Oscar Wao’ y, más recientemente, ‘Yo no soy tu perfecta hija mexicana’, de Erika Sánchez, y ‘Animitas’, de Nicholas Dawson, autor chileno-canadiense.
Usted menciona varios tipos de trabajo en esta pieza y menciona una frase de Vallejo que dice: “El que llega de último coge el trapero.”¿Cuál ha sido el trabajo más extraño que le ha tocado realizar?
En alguna oportunidad intenté trabajar, un par de meses, en un servicio telefónico en el cual te pagaban 9 dólares la hora para que te dejaras insultar por los usuarios de este servicio. Era una línea exclusivamente para que la gente se desahogara profiriendo todo tipo de improperios en tu contra. Tenía dos reglas, no colgar jamás el teléfono, y hacer que el cliente permaneciera el mayor tiempo posible al aire (para que facturara más), pero sin insultarlo de vuelta. Solo para masoquistas o muy necesitados.